3/24/2008

El ojo que no escucha, no ve



Hay una conocida marca de refrescos que emite un anuncio en el que un ojo con patas le pregunta a dos lenguas que por qué beben la versión sin azúcar del citado refresco. Las lenguas lo ponen de mentiroso argumentando que el refresco sabe a refresco con azúcar y mandan a paseo al ojo riéndose de su incapacidad. Esto sí que es ver la paja en el ojo del vecino, que diría el refranero. Muy graciosos los monigotes, me recuerdan a algunas personas.

Como en el anuncio, hay gente que anda por la vida como ese ojo carente de cualquier otro sentido; que no puede escuchar, entre otras cosas, porque lo que ve es lo más importante. Y lo que ve es sólo una parte, la pobre parte que le interesa. Si a este sujeto le diesen una bien vistosa golosina con forma de fresa se la comería a gusto y no discutiría en ningún momento su composición. Estaría comiéndose un dulce aunque éste sólo fuese una falsa, aunque la golosina de fresa estuviese rellena de vómito de gato. Este tipo de personas es muy bien recibida en algún que otro partido político. Porque para militar en ciertos partidos sólo se puede tener un sentido, el de la vista, y sobre todo, para ver bien la papeleta que se deposita en las urnas para no cabrear a los jefes, no vaya a ser que se quede uno sin el trabajo o la fresa prometida. Este tipo de personas es bien recibida porque es fácil mostrarle pruebas, porque les enseñas un papel y los convences de que es la tierra la que gira alrededor del sol. Y esto es así porque estos ojos con patas carentes de cualquier otro sentido no tienen la capacidad de escuchar, de contraponer ideas, de dialogar, de probar, de tocar, de oler otras esencias para comprobar que la suya no está confeccionada con el vómito de un gato, por muy de angora que sea.

Por otro lado, y pensándolo bien, las lenguas del anuncio, carentes de visión y de cualquier otro sentido, también serían muy bien recibidas en estos partidos políticos. Porque una lengua que no escucha ni ve sólo puede insultar y decir tonterías, además de mentir a diestro y siniestro, cosa muy bien valorada, por desgracia, en la política actual.

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