6/28/2006

Otro artículo de otros tiempos

El valor del silencio

Estaba sentada al borde de la acera, en la vieja casa de campo a la que solíamos ir en verano. Con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre sus diminutas manos, Ana observaba de lejos la cuerda de la que tiraban los demás niños, frente a la alberca de la finca. No pude resistir el impulso de acercarme a ella, preocupado por su soledad, mientras el resto de los chiquillos disfrutaban de aquella soleada tarde de agosto, entre risas y juegos.
Pero... qué sorpresas nos depara a veces la vida. Ana, antes de que pudiese preguntarle el porqué de su aparente soledad y desánimo, me hizo callar llevándose el dedo índice a sus labios, y emitiendo un suave ‘SSSSS’, me dijo: “silencio, estoy escuchando cantar a los pájaros”.
No tuve palabras. Silencio. Estaba en silencio para poder oír cantar a los pájaros. ¿Pero por qué iba a estar aburrida?, ¿pero quién me creía yo para ir por ahí actuando de adivino? Me acababan de dar una de las lecciones más importantes de mi vida, y lo había hecho una niña de cinco años a la que yo iba a ayudar a salir de su abandono.
Increíble. Silencio. ¿Había valorado alguna vez el silencio? La verdad es que no, o no como en el momento que me había regalado Ana aquél día.
Mozart comentó que el silencio era lo que estructuraba la música. No dijo nada nuevo, es totalmente evidente. Pero no me había dado cuenta de que el silencio también estructuraba nuestras vidas, o mejor dicho, le aportaba calidad a las mismas. Si no, ¿cuántas veces había sido capaz de escuchar completamente en silencio las palabras de un amigo?, creo que muy pocas, siempre había respondido a cada frase, a cada palabra, condicionando la conversación y llevándola por otros derroteros que seguramente se alejaban de lo que me querían decir. Y cuando lo había hecho, cuando había escuchado en silencio las penas o las críticas de mis compañeros, respetando sus silencios y las vueltas que necesariamente le damos a las cosas, y sin prisas, centrado en el mensaje, en lo que me querían decir, ¡qué sorpresas me había llevado! Creo que no hay nada más importante en esta vida como el sentirse escuchado, como el comprender, reflexionar e interiorizar lo que sienten los demás que nos rodean; y por supuesto, saber encontrar el momento para apoyar o rebatir una opinión, una idea, desde el respeto que nos impone el saber sentir como el otro, aunque no se compartan las opiniones.
Silencio. Para mí, en estos momentos, es el bien más preciado, por encima del dinero y del poder, y por supuesto, de manos del amor. El silencio, el poder ordenar tus pensamientos, tus tristezas, tus avatares diarios y guardar silencio interior para sólo percibir por el cuerpo. Para sentir lo que la polución acústica de la ciudad nos ha embargado, como hacía Ana con el canto de los pájaros... o simplemente, no sentir, no pensar. SILENCIO.

Paco Cordero. En LA VOZ DE LEPE, junio de 2003.

1 comentario:

marvision dijo...

Me recuerda al personaje de Salinger e "el guardian entre el centeno" cuando dice que le gustaría irse a otra ciudad y pasarse por un sordo mudo para no tener que hablar y no tener que escuchar más que lo que él quisiera.
El silencio puede ser la Paz, la luz, en entendimiento, adoro el silencio y su ruido, en los momentos de quietud es cuando encontraremos el camino de la vida....
bueno post, marvision