5/05/2008

De hojalata

Amaneció un nuevo día en su pequeño bosque de hojalata. Los rayos del sol penetraban entre las hojas plateadas de los árboles de chatarra, y sus sombras daban cobijo a las amapolas de chapas que crecían en aquel suelo de agujas rotas.

El joven se despertó, abrió la puerta de aluminio de su casa árbol de planchas de lavadoras viejas y salió al bosque. Todo seguía igual de gris. Se sentó a contemplar su hábitat y, mirando más allá de lo que habitualmente miraba, recordó algo que el día anterior le había llamado la atención. Al fondo, detrás de una rosa de lata, creyó haber visto un hada que resplandecía con vida humana, de tez sonrosada y alas de mariposa. Y aún creyendo que había sido sólo un sueño se encaminó hacia aquella rosa que parecía señalar la frontera de su triste paraíso. Encontró una puerta, la cruzó, y se halló flotando en un espacio de estrellas. A su espalda, una puerta abierta en un inmenso corazón daba forma a lo que había sido su casa, su pequeño planeta de hojas muertas.

No quiero volver a él, pensó, y pensó en buscar una nueva morada en aquél universo de formas, de planetas extraordinarios de diferentes aromas y colores. Dirigió sus pasos hacia uno que tenía forma de pulmón, pero una fuerte corriente de aire lo impulsó universo arriba hacía otro planeta de acolchada forma de nuez… y comprendió. Comprendió que estaba en sí mismo, que navegaba absorto en el interior de su ser, aprehendiéndose de nuevo a la vida. Y recordó qué lo impulsó a abandonar su bosque de hojalata… y en su mente apareció aquella hada… y ella dibujó una sonrisa. Volvió a su corazón y cerró la puerta. Su bosque ahora resplandecía, y entre la verde hierba, crecían flores de mil colores. Se sentó frente a la rosa de la frontera, ahora roja y viva. ¿Dónde estaría su hada, volvería? Inspiró y volvió a recordarla… y ella dibujó una sonrisa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es maravilloso como, casi sin darnos cuenta, hay personas que entran en nuestra vida haciendo que nos encontremos a nosotros mismos y llenando de color los espacios grises.
Un hada...un hada que sonríe.Quizás ese ser alado del que hablas tenga las alas cortadas y ni siquiera tenga voz para gritarle al mundo lo que siente.O quizás tenga miedo a volar y su voz, aunque existente, no llegue a ser tan alta como para que las personas la escuchen. Quizás ese hada necesite un hombre que viva en un bosque de hojalata para que le ayude a encontrarse a si misma y le llene de colores los espacios grises.

Besos Paquito

Paco Cordero dijo...

Y el hombre del ex-bosque de hojalata dibujó una sonrisa...