5/04/2009

El mapa del abuelo


Frente a sus ojos estaba el túnel que, según el mapa del abuelo, conducía a los bajos de la Torre de El Catalán. El camino secreto que comunicaba la torre vigía con la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán y que tenía una entrada secreta bajo el "regajo" de Los Cruces. Juan no podía creer que lo hubiese encontrado. Desde que tenía uso de razón había escuchado las historias del abuelo sobre los pasadizos secretos y sobre aquel kilométrico túnel que acababa de encontrar. ¿Existirían también los tesoros de aquella historia de viejos?
Todo fue haciéndose realidad con la aparición del mapa. A Juan lo llamó su madre, su abuelo José quería hablar con él a solas. El octogenario marinero estaba a punto de comenzar su viaje sin retorno hacia otros mares y quería dejar a buen recaudo su tesoro más preciado. - Aquí tienes hijo mío. Recuerda la leyenda sobre la que hablamos y sabrás cómo utilizar lo que contiene este viejo cofre. Y a penas terminó de hablar cerró los ojos.
Juan sabía que internarse en aquel oscuro corredor era aún precipitado, pero su curiosidad podía más que su razón. No podía haber sido tan fácil. El jeroglífico que proporcionaba las coordenadas para la localización del pasadizo B había sido resuelto sin apenas dificultad, no entendía el porqué le había costado tanto solucionarlo a su abuelo, a quién no consideraba una persona torpe.
Allí estaba frente a él, y a tan sólo cuatro kilómetros la entrada subterránea a la cámara secreta de la Torre de El Catalán. Llevaba todo lo necesario y no le importaba el ir solo.
Se adentro en el túnel, la oscuridad era absoluta, encendió la linterna para ver mejor y en ese preciso instante desapareció el suelo bajo sus pies sintiendo cómo el vacío se apoderaba de su alma.


El mapa del abuelo II

Juan era un joven de dieciséis años muy apegado a su abuelo José. Solían pasar mucho tiempo juntos aún a la edad en la que la mayoría de los jóvenes buscan otro tipo de aventuras en la compañía nocturna de los fines de semana. Desde que era pequeño le fascinaban sus historias, casi siempre históricas y relacionadas con su pueblo: Lepe. Sabía gracias a él que Lepe se remontaba al siglo VIII antes de Cristo, y que su poblado original debía de estar situado junto al río Piedras. Salían muchos días a buscar fósiles de animales marinos por la zona de los barrancos y les gustaba disfrutar de las puestas de sol en el cabezo de la Tiñosa, situado detrás de la Torre de El Catalán.
La muerte del abuelo fue muy sentida en el seno de su familia, tanta fue la pérdida y tan angustioso el duelo y el posterior entierro, que dos días después del fatídico día, a casi nadie le había extrañado la falta del muchacho. A casi nadie menos a su hermana Cris. Cristina, a quien cariñosamente llamaban Cris, era dos años menor que su hermano, a quien seguía y admiraba como si de un Dios se tratase. Le fascinaban sus aventuras y coleccionaba todas las piedras raras que su hermano le regalaba tras las salidas con el abuelo. Por desgracia, a ella no la dejaban ir con ellos, su sitio estaba en la aburrida cocina de la abuela. La ayudaba cocinar, a barrer, a regar las macetas del patio… en definitiva, hacía las cosas que, según su abuela, debía de hacer una buena mujer.
El día en el que Juan salio de casa Cris descubrió una misteriosa nota en su mesita de noche: “Si no vuelvo busca el sol en el ocaso, la puerta siempre está abierta. Top Secret, confío en ti”. Era de su hermano.

El mapa del abuelo III

Busca el sol en el ocaso, la puerta siempre está abierta. ¿Qué significaba aquella frase que Juan había dejado en su mesita de noche? Se preguntaba Cris. No podía ser muy difícil. Desde pequeños Juan y Cris jugaban a adivinar acertijos, y eran muy buenos solucionando juegos de misterio en la Nintendo y en la Play Station. Esto no podía ser más difícil que solucionar el pasadizo de los cuadros del Resident Evil. Tenía claro que tendría que esperar a la tarde para descifrar el acertijo, "será al ocaso" pensaba. Pero, ¿qué significaba busca el sol y la puerta siempre está abierta? Sabía que tenía que darle mucha importancia a los adjetivos, a los verbos y a los adverbios en todo enigma… ¿Siempre? Este adverbio me indica el tiempo… ¿Qué puerta siempre está abierta? Sí, ya está, el descubrimiento le dibujo una gran sonrisa en su rostro. La única puerta que siempre estaba abierta era la de la habitación de sus abuelos. Esperó a que el sol se pusiese y se dirigió hacia la alcoba cuya puerta, por las manías de las personas mayores, siempre permanecía abierta de par en par. Le faltaba averiguar qué significado tenía el sol. Tengo que buscar algo relacionado con la luz, se decía Cris mientras encendía la bombilla de la habitación. Miró a un lado y a otro y no consiguió observar nada que le diese la siguiente pista para resolver el enigma. Quizás sea el verdadero sol el que tiene que indicarme lo que tengo que buscar, se dijo, pero el sol no llegaba a la habitación del abuelo. Apagó la luz y se sentó mirando a la puerta. Se hacía tarde y no conseguía nada… No logro entenderlo, se desesperaba Cris con los ojos cerrados sobre sus rodillas. En esa postura, sentada en el suelo y acurrucada sobre las mismas estuvo un largo rato hasta que algo volvió a llamar su atención. Sentía calor en la pierna y al levantar la cabeza observó cómo el sol se colaba por un agujero de la persiana que daba al patio y que, frente a la puerta del abuelo, hacía llegar el rayo solar hasta ella. Apartó las piernas y la luz iluminó un punto bajo la cama. ¡Eureka! Exclamo Cris. Ahí tengo que buscar.

El mapa del abuelo IV

El rayo de luz iluminaba el centro de una baldosa bajo la cama de los abuelos de Cris y Juan. Al levantar la losa apareció un viejo cofre de madera. Cris lo abrió lentamente, como si al abrirlo se pudiese escapar algo de él. Una hoja de una libreta de cuadritos apareció doblada sobre el fondo, y debajo de ella, un trozo de tela amarillento. Desdobló la hoja y la leyó, era de su hermano Juan. "He descifrado el mapa del abuelo y voy a buscar el tesoro de la Torre de El Catalán. Sé que encontrarás la nota, eres mi confidente hermanita. Llevo provisiones para una semana, si no vuelvo descifra el acertijo del pasadizo B y ven en mi ayuda. Díselo sólo a David". El trozo de tela contenía varios trazados que iban desde una equis con el nombre de Lepe encima, en uno de sus extremos, hasta el dibujo de una Torre, en el otro. Uno de los trazados coincidía con el regajo de Los Cruces, lo sabía porque se parecía bastante al que su hermano Juan tenía en su cuaderno de exploración. Desde hacía años llevaba explorando los regajos y había descubierto desde escondrijos realizados durante la guerra civil hasta trozos de lo que parecían catacumbas del periodo romano, aunque en ellas no hubiesen descubierto signos de enterramiento alguno, hasta el momento.
Cris se impacientó, si Juan había descifrado el acertijo del pasadizo B no haría falta que lo hiciese ella. Al fin y al cabo, sabía que estaba en el regajo de Los Cruces, así que seguiría los pasos de Juan. Ya lo había echo antes, como no la dejaban "ir de aventuras" como su hermano decía, se había especializado en seguirle la pista. No era muy difícil encontrar signos de paso humanos en unos sitios poco frecuentados por los mismos.
Llamó a David y los dos se vieron en la estatua del marinero, en Fuente Vieja. Cruzaron la carretera y se adentraron en el regajo. Pronto llegaron a un pequeño túnel recorrido por sólo un grupo de pisadas, eran las de Juan. Corrieron tras las mismas hasta descubrir, con horror, que se perdían en un agujero que parecía no tener fin.

El mapa del abuelo V

El camino terminaba en un agujero enorme que ocupaba todo el túnel y las pisadas desaparecían en él. Cris hundió sus rodillas en el suelo húmedo y sus lágrimas le cubrieron el rostro. David dio media y corrió lo más rápido que pudo en busca de ayuda, si Juan había caído por aquel agujero toda la prisa que se diese sería poca.
El tiempo, en periodos de angustia, se ralentiza a su extrema expresión. Los segundos se convierten en horas… y la vida pasa lentamente alimentando el dolor que se siente. Así se sentía Cris. Si su hermano hacía tres días que no aparecía era porque le había pasado algo grave. No puede ser… se repetía sin cesar en su llanto. Ya había perdido a su querido abuelo, ¿cómo iba a perder también a su único hermano? ¡Juan! Grito agarrada al borde del precipicio… Pero nadie respondió allá en el fondo. ¡Juan! Volvió a gritar y, aferrada con ira a la desesperanza, se descolgó por aquél abismo; y fue descendiendo hasta el fondo agarrándose a las raíces que sobresalían de la pared en algunos tramos.
David llegó hasta los cruces, no sabía adonde ir, miró a izquierda y derecha y, impulsivamente, entró en el primer bar que encontró. Contó lo sucedido a los allí presentes y volvió al túnel con cuatro trabajadores que estaban apurando sus cervezas. Mientras tanto, el camarero llamó a la policía local y a una ambulancia.
No había nadie… En el fondo del hoyo no había nadie. Ni los trabajadores ni la policía local encontró a nadie ni al borde ni en el fondo de aquel hoyo. David tampoco se podía creer lo que le estaba sucediendo. Llamó al móvil de Cris… pero estaba apagado.

El mapa del abuelo FIN

David tuvo que acompañar a los agentes a comisaría, si se trataba de una broma tendría sus consecuencias, no se puede alarmar a los Cuerpos de Seguridad del Estado y mucho menos a los servicios médicos así porque así, le decía el policía local. David seguía llamando a Cris al móvil, pero seguía apagado, y por más que lo intentaba nadie creía la historia que estaba contando.
Cris llegó al fondo del agujero y apenas podía ver. Sacó la linterna de su mochila, la encendió y alumbró a su alrededor. A su derecha, en la pared de barro se abrían varios túneles, tomó fuerzas y se adentró gateando por el primero que su intuición le dictó. El corredor acababa en una cavidad mayor tras unos metros, así que pronto pudo enderezar su cuerpo. El túnel proseguía en zigzag, no había intersección alguna y tampoco signos de que nadie hubiese pasado por el mismo, aún así prosiguió su camino a paso lento. La linterna se iba quedando sin pilas, Cris decidió volverse a paso ligero, pero la oscuridad se adueño de aquella cueva y Cris tropezó y cayó al suelo; en ese momento supo que no podría salir de allí por su propio pie.
David iba de sorpresa en sorpresa. Con los ojos abiertos y sin creer lo que estaba pasando escuchaba a Juan hablar con la policía. Mi hermana está bien, nos caímos al hoyo y un campero nos llevó al centro de salud cuando David fue a buscar ayuda. Así salieron los dos de los despachos de la Policía Local. Corre David, le apremiaba Juan, vamos a buscar a mi hermana.
-¿Cómo sabes lo que ha pasado Juan? Preguntó David anonadado. - Sabía que mi hermana me iba a buscar, llegué al agujero y me comentaron lo que os había pasado, sólo tuve que hilar la historia; ¡date prisa hombre!
Cris seguía inmóvil, se había torcido el tobillo y no podía andar, sus lágrimas le enjugaban el rostro. Escuchó unos pasos, gritó, vio la luz de una linterna… y apareció su hermano Juan junto a David.
Juan la cogió en brazos para sacarla de aquél túnel. ¿Dónde has estado Juan?, Preguntó Cris. Juan miró de reojo a David mientras hablaba: - Me perdí Cris. Llegué a los Barrancos no sé cómo y me desorienté. - Entonces, no has encontrado ni el acceso a la Torre ni el tesoro, ¿no? - No, contestó Juan a la paz que depositaba algo en la mano a su hermana, lejos de la atención de David. Cris la abrió con cuidado, era un Ducado de Oro del siglo XV.
- Entonces… ¡todo era mentira!, dijo Cris con voz de pena y sonriéndole a Juan. -Sí hermanita, dijo Juan devolviendo la sonrisa, ¡todo era mentira!

Vendo mi TDT


Falta poco para el apagón analógico de la televisión. Dentro de unos meses sólo podremos recibir su señal digital a través del famoso TDT. Yo ya tengo uno, pero estoy pensando en venderlo. Si a partir de no sé qué mes me quedo sin televisión casi que será más un alivio que un problema.

Hace unos meses adquirimos un televisor nuevo, el que ya teníamos dijo que no quería seguir soportando tanta basura, y que ya, a sus dieciséis años de vida, había vivido suficiente. Al ir a conectar el TDT a la nueva ventana al surrealismo observé que poseía una conexión para conectar el ordenador… y desde entonces soy más feliz.

A medio día, he cambiado la dosis diaria de informativos catastrofistas por la versión digital del Trivial Pursit, que me descargué gratuitamente de internet. Y donde antes había guerras, asesinatos y crisis para acompañar al silencio de la digestión del almuerzo hay hoy un buen rato de ocio para compartir con la familia.

¿Qué isla del Egeo conquistó Suleimán a los caballeros de San Juan? Pregunta el Trivial. Rodas, contesta acertadamente, aunque acompañado de la suerte más grande del mundo, mi padre, que ya tiene tres quesitos. No obstante, se le dan bien las preguntas de Historia y todas las de espectáculos que tengan relación con Brigitte Bardot. Mi hermano no falla una de deportes y yo… yo tengo muy buena memoria.

Y no soy más feliz, soy, muchísimo más feliz. Salgo a la misma calle, voy al mismo trabajo, me relaciono con los mismos amigos… pero no llevo encima el miedo de una crisis que va a acabar con el mundo, el miedo de unos terroristas que quieren destruir occidente… y el miedo, y el miedo, y el miedo… Mi mundo es mi barrio, mi pueblo, mis amigos… y no porque no me importe lo demás, sino porque trabajar para vivir no te deja más tiempo… No sé qué se consigue con tanto pesimismo y marujeo barato. No sé qué se consigue con tanto bombo cruel a muertes y desapariciones… Ya lo tengo decidido, vendo mi TDT, o lo tiro a la basura. Esta noche emiten en Antena 3 una película sobre la muerte de Mari Luz. ¡Esto es ya el colmo! Lo siento mucho pero no formaré parte de ese boom de audiencia. En mi casa, la simbiosis tele-ordenador de mi salón programa mi pequeño rato de ocio. Hoy, cine a la carta: “La vida es bella”.

6/17/2008

Tú que despiertas


Vivimos en la sociedad de la prisa, del humano autómata, de la máquina que imita la figura y los movimientos de este ser inanimado al que llamamos persona. Vivimos, o mejor dicho, transitamos, entre la naturaleza muerta de las calles de cemento de nuestras urbes, entre las miradas vacías de los que no se tropiezan con nosotros porque el adiestrado sentido del espacio de nuestros cuerpos hacen que los mismos se repelan. Coexistimos bajo la adulación a cualquier ser inmaterial y de nombre ficticio que introduce en nuestras casas nuestra querida caja tonta. ¡Viva el Duque! Gritaba la muchedumbre. ¡Duque guapo! Se arañaban las jóvenes y maduritas en la puerta del consistorio municipal. Y mientras el Duque se hartaba, gratis, de gambas de la costa; en un rincón cualquiera de Lepe una niña de anónimo nombre lloraba desconsolada… ¿A quién le importa que sus padres la dejen sola con tan solo 4 años porque necesitan trabajar los dos? En otra esquina, un joven cualquiera, también de Lepe, sin problemas económicos de ninguna clases, necesitaba un amigo que lo escuchase, un amigo al que poder confiar la desazón que le producía el no saber qué hacer con su futuro…

Y en otro rincón de Lepe, este no tan anónimo columnista de Lepe Urbana se retorcía de impotencia y de ira contenida ante la injusticia de no poder hacer nada ante el lavado de celebro colectivo al que nos someten, con letras mayúsculas y que se lea claro: todo aquél que tiene el poder. Todos esos políticos, de Lepe, de Madrid y del coño de sus madres que les interesa que el ser humano sea un ser dócil, imbécil e inerte... ¡Qué pena!

Qué poco nos pesa el dolor ajeno en esta inventada realidad de gente guapa y afortunada.

¡Viva tú que despiertas!

5/05/2008

De hojalata

Amaneció un nuevo día en su pequeño bosque de hojalata. Los rayos del sol penetraban entre las hojas plateadas de los árboles de chatarra, y sus sombras daban cobijo a las amapolas de chapas que crecían en aquel suelo de agujas rotas.

El joven se despertó, abrió la puerta de aluminio de su casa árbol de planchas de lavadoras viejas y salió al bosque. Todo seguía igual de gris. Se sentó a contemplar su hábitat y, mirando más allá de lo que habitualmente miraba, recordó algo que el día anterior le había llamado la atención. Al fondo, detrás de una rosa de lata, creyó haber visto un hada que resplandecía con vida humana, de tez sonrosada y alas de mariposa. Y aún creyendo que había sido sólo un sueño se encaminó hacia aquella rosa que parecía señalar la frontera de su triste paraíso. Encontró una puerta, la cruzó, y se halló flotando en un espacio de estrellas. A su espalda, una puerta abierta en un inmenso corazón daba forma a lo que había sido su casa, su pequeño planeta de hojas muertas.

No quiero volver a él, pensó, y pensó en buscar una nueva morada en aquél universo de formas, de planetas extraordinarios de diferentes aromas y colores. Dirigió sus pasos hacia uno que tenía forma de pulmón, pero una fuerte corriente de aire lo impulsó universo arriba hacía otro planeta de acolchada forma de nuez… y comprendió. Comprendió que estaba en sí mismo, que navegaba absorto en el interior de su ser, aprehendiéndose de nuevo a la vida. Y recordó qué lo impulsó a abandonar su bosque de hojalata… y en su mente apareció aquella hada… y ella dibujó una sonrisa. Volvió a su corazón y cerró la puerta. Su bosque ahora resplandecía, y entre la verde hierba, crecían flores de mil colores. Se sentó frente a la rosa de la frontera, ahora roja y viva. ¿Dónde estaría su hada, volvería? Inspiró y volvió a recordarla… y ella dibujó una sonrisa.

4/21/2008

Dos caras


Hace tiempo que leí una historia parecida a lo que voy a relatar a continuación en ésta, mi columna. Un agricultor araba la tierra con la ayuda de su caballo cuando se le acercó un caminante a pedir trabajo. El agricultor necesitaba ayuda, pero no podía pagar a nadie hasta que no recolectase su cosecha. Llevaba varios meses trabajando de sol a sol y estaba más que apurado. El viajero también lo estaba pasando mal, así que se ofreció a trabajar sólo por la comida y un hueco bajo techo en el que poder dormir. El hortelano era un hombre bueno, aceptó el ofrecimiento, pero le prometió una parte de los beneficios de su cosecha. El trato era justo.

Cuando alojó en su casa al trotamundos toda la familia quiso conocer al hombre. Iba de camino a la capital a visitar a un hermano que era barbero, decía que se llamaba Juan, y que estaba a punto de morir. Esa noche jugó con los niños, ayudó en las tareas de la casa y dio de comer al perro. Pasó una semana trabajando codo a codo con el buen hombre, y al día siguiente desapareció con su caballo. Le había robado su bien más preciado. Sin él no podía trabajar, sin él no había posibilidad alguna de mantener su cosecha, y no podía comprar otro de ninguna de las maneras. El viajero se había quedado lo justo para ganarse la confianza de la familia, y lo necesario para que el perro y el caballo se acostumbrasen a él y poder así robar con toda impunidad.

La habilidad que tienen algunos para jugar con la confianza de propios y extraños y luego poder utilizarla en su beneficio me parece sorprendente. Pero bueno, mientras que Dios nos libra y no nos libra de las aguas mansas tendremos que convivir con ellos. La ironía de todo esto es que, esta gente, normalmente ignora que "la vida te devuelve lo que tú le das", así que es posible que muchos les estén pagando con la otra cara de su misma moneda.

3/24/2008

El ojo que no escucha, no ve



Hay una conocida marca de refrescos que emite un anuncio en el que un ojo con patas le pregunta a dos lenguas que por qué beben la versión sin azúcar del citado refresco. Las lenguas lo ponen de mentiroso argumentando que el refresco sabe a refresco con azúcar y mandan a paseo al ojo riéndose de su incapacidad. Esto sí que es ver la paja en el ojo del vecino, que diría el refranero. Muy graciosos los monigotes, me recuerdan a algunas personas.

Como en el anuncio, hay gente que anda por la vida como ese ojo carente de cualquier otro sentido; que no puede escuchar, entre otras cosas, porque lo que ve es lo más importante. Y lo que ve es sólo una parte, la pobre parte que le interesa. Si a este sujeto le diesen una bien vistosa golosina con forma de fresa se la comería a gusto y no discutiría en ningún momento su composición. Estaría comiéndose un dulce aunque éste sólo fuese una falsa, aunque la golosina de fresa estuviese rellena de vómito de gato. Este tipo de personas es muy bien recibida en algún que otro partido político. Porque para militar en ciertos partidos sólo se puede tener un sentido, el de la vista, y sobre todo, para ver bien la papeleta que se deposita en las urnas para no cabrear a los jefes, no vaya a ser que se quede uno sin el trabajo o la fresa prometida. Este tipo de personas es bien recibida porque es fácil mostrarle pruebas, porque les enseñas un papel y los convences de que es la tierra la que gira alrededor del sol. Y esto es así porque estos ojos con patas carentes de cualquier otro sentido no tienen la capacidad de escuchar, de contraponer ideas, de dialogar, de probar, de tocar, de oler otras esencias para comprobar que la suya no está confeccionada con el vómito de un gato, por muy de angora que sea.

Por otro lado, y pensándolo bien, las lenguas del anuncio, carentes de visión y de cualquier otro sentido, también serían muy bien recibidas en estos partidos políticos. Porque una lengua que no escucha ni ve sólo puede insultar y decir tonterías, además de mentir a diestro y siniestro, cosa muy bien valorada, por desgracia, en la política actual.

2/08/2008

Hoy y ayer: un necio



No puedo estar de otra forma, tú, quién seas, porque no hay formas de entender el tiempo que nos rodea. Seré un necio. Camino siempre firme al borde de una historia que se repite y que cada vez es más pesada. Una historia de la que cada vez participo menos. Seré un necio. Las palabras de los que nos rodean me revuelven hasta el vómito de su soterrada falsedad. Las de la política de barras y las de esmoquin, las de los golpes de pecho, las de los yo soy y tú no eres, las de los amigos de condición sin la que no es posible la amistad, las del oro como símbolo materno del amor, las del amor enterrado en el primer beso. No puedo estar de otra forma.

He aprendido poco, he aprendido poco y lo poco ha sido a estar cada vez más callado. Llámame pesimista, o mejor, no me llames. Seré un necio. Miedo a la soledad… ahora me río. ¿Quién se siente acompañado en este entierro? ¿No es esta vida sepultura y recuerdos? Sí, y arrastra una muerte interminable, el que vive de ellos. No puedo estar de otra forma.

Mañana será mañana, o eso espero. Pero no el mañana de ayer, sino un mañana nuevo. Es la esperanza que me hace dormir tranquilo, que me da cobijo en esta noche de febrero. ¡Qué buen invento el sueño! Mañana será mañana, o eso espero. Pero no el mañana de ayer, sino un mañana nuevo de vida, abierto, donde la palabra falsedad no tenga ningún fuero. Donde enmudezcan los listos de barras, donde el amor sobreviva al primer fuego, donde los intereses políticos sean el único entierro. Esa es la esperanza que me cobija -mas no sé qué espero- la única que me hace dormir tranquilo en esta noche de febrero. Mañana será, será un mañana nuevo, será por eso por lo que sigo aquí… Será que soy un necio.

1/09/2008

Puerta a la fama



Los tres días que Juan pasó a la intemperie esperando para realizar su casting de “Cantantes para la gloria” fueron los mejores de su vida. Acababa de abandonar el instituto porque quería ser un cantante famoso como Bisbal, y su familia lo había animado porque el chico valía mucho. Cada vez que había una fiesta en casa Juan animaba la velada con su arte y todos le aplaudían y lo glorificaban, todos menos su abuelo José, que pensaba que era mejor que estudiase una carrera y se dejase de tantas tonterías.

Cerca de mil personas aguardaban en la cola de la prueba de voz; jóvenes venidos de toda la provincia que hacinados en la acera entre cartones, sacos de dormir y chubasqueros para resguardarse del intenso chaparrón que les caía encima, soñaban con su futuro. Ahí estaba, frente a ellos, la puerta a la fama, a la gloria, al ser alguien en la vida. Porque... ¿un médico, quién es un médico? ¿Un maestro.... qué de bueno tiene ser maestro? Y Juan soñaba. No quería, ni por asomo, volver a ver un libro. Ese esfuerzo... era demasiado para él. Tener ahora que prepararse selectividad, iniciar una carrera... ¿cuánto tiempo iba a emplear...? No. El programa de “Cantantes para la Gloria” era la salvación, su única salvación, y le resultaría más fácil, porque él sabía cantar como los ruiseñores.

El minuto que transcurrió entre el que iba delante de él y Juan fue un mundo, pero el que pasó después de su actuación fue un infierno. Los diablos de los jueces le dijeron a Juan que cantaba menos que un grillo “ajogao”, bueno, esa es la traducción al lepero de lo que los jueces le dijeron en un estricto castellano de Madrid. El mundo se le vino abajo... pero ¿Quiénes eran esos gilipollas que no entendían de música? Él sabía que valía y toda su familia le recordaba que había que tener enchufe para entrar en los sitios, menos el abuelo, que seguía insistiendo en que el niño estudiase, aunque fuese para electricista, que todo necesita su esfuerzo, que nadie regala nada...

A Juan no le caía nada bien su abuelo. Apoyo su cabeza en el hombro de su madre. Es cierto, mamá, dijo Juan, seguiré presentándome a los “Castings” que salgan porque yo valgo para esto. Claro que sí hijo mío, le respondió la madre, y no te preocupes que por reyes te regalo el alargador de penes que me pediste.